Le cronache di Nicolaj Ivanoff. Edita Gruberova al Liceu: l’addio ai Catalani

519fafe8f5

Miei cari lettori, mi scrive di nuovo il nostro Ivanoff da Barcellona. Si è recato al Gran Teatro per ascoltare una diva amatissima che ha dato l’addio ad uno dei suoi teatri più cari. E tutta Barcellona pare abbia omaggiato la diva di tanti anni. Leggete qui di sotto la sua puntuale cronaca di una serata commovente.

El 17 de noviembre de 2013 señala el fin de una era en la historia del Gran Teatre del Liceu. En esa fecha tenía lugar el Liederabend que muy probablemente se convertirá en la última actuación de Edita Gruberova en Barcelona. Artista y público, de alguna forma, eran conscientes de que se ponía fin a 35 años de triunfos persistentes, éxitos gigantescos cimentados en una única cosa: la voz. Pero, la sensación de cambio de era viene determinada sobre todo por la constatación de que con ella termina también un mundo entero, toda una concepción de la profesión del canto. Aunque poco o nada podré añadir a las críticas de Donna Giulia Grisi a los dos últimos conciertos de la soprano en Milán, algunos comentarios no estarán de más.
A sus casi 67 años y con una dilatadísima carrera a las espaldas, Edita Gruberova sigue exhibiendo un estado vocal admirable y sorprendente. Desde la primera nota, instantáneamente, se pudo escuchar un sonido cristalino, límpido, puro, libre, alto, sin traza de gola, sin fibra, sin ninguna interferencia en la emisión, “sul fiato”, y que consecuentemente se proyectaba con una facilidad pasmosa por todo el teatro, desde el más sutil piano hasta el fortísimo. El instrumento permanece tímbricamente sano, con la voz bien apoyada, firme. Se perciben, no obstante, algunas acritudes, especialmente en la zona del pasaje (donde resultó desafinada y fija más de una vez) y en el sobreagudo (algunas veces duro y calante; pero otras todavía con una penetración y squillo apabullantes). Es cierto, no obstante, que la longitud del fiato y la capacidad de ligar se encuentran mermados, pero mantienen una cierta dignidad. Por otra parte, para la reseña, consignaré que, a estas alturas, ni yo ni ninguno de los asistentes esperábamos encontrar una cantante con un registro grave consistente, o un gusto sobrio y contenido. Insistir en lo licencioso del canto de Edita Gruberova me parece, a día de hoy, incluso impropio.
La primera parte, dedicada íntegramente a Schubert, encontró su punto álgido en una maravillosa Nacht und Träume cantado con una media voz ensoñadora (¡una auténtica media voz!) y con una infinidad de reguladores que le permitieron conceder a cada palabra su justo acento. En la otra cara de la moneda, hay que mencionar Suleika II y Lied der Delphine excesivamente estridentes y con unas frases musicales no siempre bien acotadas. La segunda parte, dedicada a Rachmáninov y Strauss, fue a más. Las tres canciones de Rachmáninov (op. 4, nº 4; op. 14, nº 11; op. 21, nº 7) contaron con algunas de aquellas frases embelesadoras, propias de la cantante eslovaca; a pesar de algún sonido algo fijo y arrastrado, se escucharon filados de gran factura y largas frases con ascenso al agudo en piano, después regulado a voluntad. En Strauss, con su característico e interminable portamento, ofreció una muestra más de su canto más extático en Leises Lied o Waldseligkeit (que mereció una ovación cerrada) y negoció con imperturbable seguridad y variedad de fraseo los balanceos de Einkehr o Die Stern.
Y en la tercera parte del concierto (así hay que llamar la tanda de bises), después de un Ständchen de Strauss, Gruberova se abalanzó a los fuegos de artificio. Con Villanelle, a pesar de un intento de mi bemol insatisfactorio, la diva ofreció una verdadera lección magistral de canto de coloratura, con una gallardía asombrosa a cualquier edad: trinos, escalas, pichetatti, etc. etc. Con la tercera propina, Gruberova hizo otro tanto en el vals de las sombras de Dinorah. Nada importa que el agudo final resultara decididamente calante, cuando antes había ofrecido una serie de escalas ejecutadas sucesivamente en forte, en piano, en un color y en otro, staccati atronadores, piruetas imposibles y un acento certero. La cuarta y última propina fue “Oh luce di quest’anima”, con la cual la vieja diva pudiera hacer sonrojar a cualquiera de sus jóvenes colegas. A mi modo de ver, resulta revelador que después de más de una hora de cantar, la emisión de la vieja soprano siguiera pura, intachable, sonora, con el timbre lozano, sin ninguna traza de afonía.
El éxito obtenido fue, una vez más, descomunal: todo un teatro en pie, flores, lluvia de papelitos con la inscripción “Gruberova i Liceu: sempre una festa!”, pancartas, frenéticas invocaciones “Edita, Ediiitaaa”, una marea de manos que anhelaban estrechar las de la diva, infinito número de llamadas al escenario después de que Gruberova hubiera recogido las partituras del piano en clara señal de que no iba a cantar más. Se veían generaciones enteras, ancianos y jóvenes, unidos por la fascinación por una voz. Nadie parecía tener bastante, a pesar de todas las posibles desafinaciones y de todas las posibles caídas de gusto en la musicalidad y en el fraseo, de una voz con sabor a antiguo, con una unicidad incuestionable, de una voz auténtica, de un gigante del canto. Era un homenaje a la carrera, pero sobre todo era un homenaje a una cantante que, a su edad, sigue produciendo impacto en el oído, que, por méritos vocales propios, todavía inflama al público como ningún otro divo actual.
Me confieso incapaz de imaginar cualquier otro cantante actual enfrentándose a un programa de naturaleza parecida, capaz de trazar y desarrollar un concierto de Lied creando una atmósfera perfectamente distinta para cada canción, para después desafiar toda clase de dificultades vocales. Pero sobre todo la posibilidad de volver a escuchar en Barcelona un sonido de esas características me parece remoto. He ahí el verdadero motivo de porque este recital marcaba un cambio de época.



14 pensieri su “Le cronache di Nicolaj Ivanoff. Edita Gruberova al Liceu: l’addio ai Catalani

  1. Ho avuto l’onore di ascoltare la signora nel suo concerto dedicato alle 3 regine di Donizetti a Vienna lo scorso Settembre…che dire…una maestra di canto…e probabilmente la voce più sonora attualmente in circolazione (considerando il binomio proiezione + natura). Con la sua arte sottolinea l’inettitudine e inadeguatezza dei cantanti attuali che, anche quando dotati di un buono strumento, sono assolutamenti incapaci di utilizzarlo come la signora (se debuttasse in Brunhilde probabilmente riusciremmo ad udirla in teatro di più rispetto alla maggior parte dei soprani wagneriani in circolazione). Poi si dice qualsiasi cosa su portamenti, note calanti, etc. ma stiamo parlando di difetti di una cantante che…canta! ed è una delle poche testimonianze di quell’arte che oggi è dimenticata…purtroppo…Chiunque abbia ascoltato la Gruberova dal vivo penso non possa far altro che concordare…è uno degli ultimi barlumi di canto che ci restano…da godere prima dell’estinzione…

  2. Nonostante non approvi le esecuzioni concertistiche oltre i limiti della decenza, concordo con Kirstenthebest che nel caso presente la signora se lo merita, cosi come lo meritava (mio ascolto) Carlo Bergonzi in Scala. Purtroppo sono gli ultimi istanti di un gloriosissimo passato che è tramontato ingloriosamente con le lagne di un Kaufmann che è la caricatura vivente di un baritenore, più adatto alle scene di un Drive In. Tornando alla Gruberova io ricordo il suo trionfo scaligero in Zerbinetta come espressione di una carriera da favola.

  3. No, non sono assolutamente d’accordo.
    Io credo, ed è assolutamente una mia opinione, che la Signora Gruberova sia andata ben oltre il lecito e a quanto leggo da Donzelli continuerà ad andare.
    Credo sia, ormai, troppo mal ridotta per ricordare ancora il suo glorioso passato. Non si nega la sonorità della voce. Ma cosa rimane di altro? Un canto manierato, fisso, prodotto solo con movimenti della bocca, il fiato non c’è più. Tanto la amavo, tanto non la sopporto più.

    • quanto alla maniera al non accentare all’italiana (come invece facevamo una Kurz, una Ivogun, per restare alle maggiori colorature di area viennese) lo faceva a trent’anni e lo fa, ovvio, alla soglia della settantina
      A me non ha mai fatto impazzire salvo che come Zerbinetta (le preferivo in tutto il repertorio la Serra e forse, molto forse almeno sino al 2000 la Devia), ma la sonorità, l’ampiezza della voce sono di altri tempi. Ricordo che alla richiesta formulata all’Olivero se la Toti avesse tanta voce come la Devia, la risposta fu “si quando accennava”…..ed è fatto risaputo che ritenga la Toti uno dei bluff più clamorosi della storia dell’opera.

  4. L’ho ascoltata dal vivo a Berlino, in una Lucrezia concertante, alcuni mesi fa. Di stupefacente è rimasta solo la proiezione, testimonianza di una tecnica canora, ahinoi, ormai defunta; per il resto, solo rottami di un glorioso passato (tuttavia sono tra quelli che non la considera il massimo nel repertorio italiano, per stile e musicalità, anche nei suoi anni migliori). Bisogna altresì considerare i crudi fatti: un lirico leggero di 70 anni a fine carriera è di fatto la voce femminile più sonora oggi in attività. Sembrerebbe assurdo; ma è, tristemente e tragicamente, la realtà.

  5. Bene, devo constatare comunque
    che il “proiettare” non rende esente
    l’interprete, (????) e poi ancora (?????).
    (perniciosa per i cardiopatrici come
    me anche solo a livello visivo),
    dallo stonare urlare e miagolare.
    Son vent’anni che ci si gira intorno….

Lascia un commento